ARS, la colección de ensayos de estética y arte contemporáneo editada la Universitat Jaume I y dirigida por Joan M. Marín, acaba de publicar La sombra de Dédalo, el toque de Venus de Antonio Castro Cuadra, un libro de temáticas diversas en el que la arquitectura, la escritura y el mito comparten el protagonismo.
Antonio Castro Cuadra: La sombra de Dédalo, el toque de Venus, Castellón, Publicacions de la Universitat Jaume I, 2015. 225 páginas
Son numerosos los pensadores clásicos que acompañan al autor y que, en esta obra, son interpretados de manera fecunda y rigurosa. Variadas, además, son las temáticas abordadas. Pero, sin duda, son la arquitectura, la escritura y el mito las que comparten el protagonismo, junto a las figuras de Dédalo, Venus y Eros. Temas y personajes sugerentes en un texto que se sitúa en el punto de intersección entre la filosofía hermenéutica y la estética filosófica.
El libro arranca con una breve invocación a Venus (“Venustà”), para abordar de inmediato junto a Wittgenstein la “Arquitectura del lenguaje”. Después, continuando con la arquitectura como metáfora, se irán sucediendo una serie de estancias en las que siempre encontramos un texto de referencia y, al menos, un filósofo morador: Platón en “La casa”; Bruno en “El umbral”; Aristóteles “En el patio, descansando en la sombra”; a Ovidio en “El juego del laberinto”; a Vitruvio en “Arquitecto por lo breve”; a dos artistas renacentistas, Miguel Ángel y Bernini en “El patio y la mirada”; la realidad cotidiana se halla en “El corral”; mientras que por “La puerta falsa” se cuela la desazón que experimenta Hofmannsthal ante la quiebra del lenguaje y la ruptura con el ser. En cambio, los dos capítulos que le siguen resultan redentores, pues en “El toque de Venus” nos aguardan Epicuro y Lucrecio; y, en el último, Plotino nos acompaña en los “Desvíos de amor y final”.
Se trata de un texto que manifiesta su amor por la escritura y trata el lenguaje con esmero; un libro que, como hemos visto, rebosa de fuentes clásicas pero no descuida la reflexión sobre el presente, ni duda a la hora de lanzar sus dardos sobre la desdichada coyuntura. Verbigracia: «La estructura persiste. El paso de lo peor a lo mejor, también en pintura, exige el desvío a través de una referencia topográfica: va de abajo arriba, parte de la oscura caverna del deseo y de lo sensible para llegar a la resplandeciente llanura de la verdad inteligible; el cuerpo pesa y huele, el alma flota perfumada sin olor en el éter, que elevará su rendimiento. Parece calcar el mundo de las finanzas, cuando el dinero se multiplica porque ya no es sucio papel o moneda que apesta y pasa de mano en mano y no pesa en el bolsillo y no interrumpe el tráfico puro del valor sin cuerpo y deviene puro cálculo intelectual y bursátil de informaciones y de cifras sensiblemente inalcanzables que, sin embargo, y cual vampiros, necesitan del alimento de esa terrible pesadilla que vive allá abajo, quizás por su causa, ese mundo de cuerpos nunca del todo limpios, pero mucho más sensibles y aparentes, en su dolor y en su gozo, que cualquier etérea y altísima ganancia. ¿Acrecienta el significado la elevación o lo desvía como esa inoportuna erección, más necesaria que elevada » (pág. 184).
Ya se trate de un libro de estética, o de un texto escrito con sensibilidad estética, la lectura de La sombra de Dédalo, el toque de Venus despierta cierto deleite semejante al de la belleza y esa cálida sensación de saber que produce la proximidad de los clásicos.
Rosalía Torrent
Universitat Jaume I