Córdoba, ciudad orgullosa de sus filósofos y poetas, despide hoy, 1 de noviembre, a nuestra compañera Susana Jiménez Carmona, filósofa y artista cuyo legado en el arte sonoro resonará en el tiempo. Susana fue una verdadera cuidadora del sonido, una apasionada de la naturaleza, una pensadora atrevida y una luchadora tenaz.

Desde su formación en Filosofía y su título superior de guitarra, Susana siempre buscó conectar lo académico con lo práctico, y su amor por el arte sonoro la llevó a hacernos habitables los paisajes sonoros. Entre 2010 y 2016 impulsó y coordinó en Madrid la iniciativa participativa de los paseos de Jane, abriendo caminos no transitados hasta entonces en nuestro país. Estos recorridos, inspirados en la obra de Jane Jacobs, se planteaban como una reivindicación de las calles como espacio público de convivencia y encuentro. Significaban no solo una oportunidad para descubrir las ciudades, sino también un acto de resistencia y una forma de rehumanizar los espacios que habitamos. Con cada paso, Susana nos enseñaba a apreciar el murmullo de la vida cotidiana que se despliega a nuestro alrededor, revelando la riqueza de las experiencias humanas que forman el tejido de nuestras comunidades.

No solo transitó el mundo urbano, sino que, con su gran sensibilidad, supo relatar con gran delicadeza las historias que cuentan los rincones del campo y de la ciudad. Su amor por la naturaleza se reflejó en su arte, en el que buscaba que los sonidos del entorno cobraran vida para nosotros, invitándonos a reconectar con lo que a menudo se encuentra olvidado. Susana era una defensora de la belleza de lo pequeño y sus numerosas obras, proyectos e intervenciones nos recuerdan que cada sonido —de cada persona, de cada insecto— cuenta una historia digna de ser escuchada. En el último año, consciente de su enfermedad, había reducido sus numerosos compromisos, pero no había disminuido su entusiasmo por el trabajo que realizaba. Se le seguían poniendo los pelos de punta al relatar cómo había conseguido captar el sonido de las hormigas y se reía emocionada explicando que parecían alienígenas conversando.

Su compromiso con el arte sonoro le llevó, además de coeditar el número 8 de Laooconte sobre el tema, a colaborar en diversos proyectos que conectaban a la comunidad con su entorno. A través de su proyecto Querían brazos y llegaron personas (Museo Reina Sofía, 2021), Susana utilizó el sonido como un puente para dar voz a los olvidados, creando un espacio de reflexión sobre la identidad y la dignidad humana. Con su trabajo no solo ayudó a rescatar las palabras de quienes no son escuchados, sino que transformó la experiencia auditiva y el compromiso de los que la rodeábamos, obligándonos a no hacer oídos sordos y ponernos a la escucha de las necesidades del mundo.

Su trabajo fue reconocido en numerosos espacios de prestigio, desde el Museo Reina Sofía hasta el Festival Internacional Tsonami, en Valparaíso. Susana también destacó en la docencia como profesora en el máster de arte sonoro de la Universitat de Barcelona, donde sembró la semilla de la curiosidad en sus estudiantes, alentándolos a escuchar más allá de lo superficial. El año pasado por fin veía la luz su gran obra Luigi Nono. Por una escucha revuelta (Akal, 2023), autor al que ya había dedicado su tesis doctoral en 2015, bajo la dirección de Carmen Pardo. Al igual que Nono, Susana no se contentó con respuestas fáciles; buscó constantemente la conexión entre el arte y la justicia social, recordándonos que el sonido puede ser una forma de resistencia, una llamada a la acción en tiempos de crisis.

La partida de Susana nos deja sin palabras, pero su vida y lo que nos ha transmitido sigue resonando en nosotros. Su legado, construido sobre la escucha atenta y la conexión profunda con el mundo que la rodeaba, seguirá teniendo eco en el tiempo.